lunes, 27 de junio de 2011

El Hombre... ¿Creacion o evolucion? (Parte Tres)

Por JtvLion


Pongamos un ejemplo:


El ojo humano y su funcionamiento es una de las más extraordinarias obras de ingeniería jamás vista al servicio del ser humano. Su estructura y fisiología desafiaría al más talentoso de todos los premios Nobel de biología reunidos en un laboratorio junto a los más aclamados científicos de todo el mundo. El complicado y maravilloso engranaje de su funcionamiento nos pondría claramente ante la disyuntiva de si fue creado o no, pero vayamos a explicar como funciona y dejaremos a su discreción que haga las debidas conclusiones.

El ojo es un órgano capaz de detectar los rayos de luz proveniente del mundo que nos rodea y es la base del sentido de la vista. Es de forma esférica y esta compuesto por la córnea, una membrana transparente que lo protege y es la primera ventana que encuentra la luz cuando pasa a través de ella. El humor acuoso, el iris, la pupila, el cristalino, el humor vítreo, la retina y el nervio óptico. El ojo también posee elementos complementarios que lo mantiene saludable y funcional, tales como las cejas, los parpados, las pestañas y los conductos lagrimales. Todas y cada uno de estas partes cumple una función específica y todos, como una unidad indivisible, permiten al ser humano experimentar a través de imágenes reales, el mundo del que se rodea.

Para que el ojo funcione correctamente la primera condición que debe existir siempre es la presencia de luz. La ausencia de esta provocaría irremisiblemente una oscuridad constante. Cuando la luz, o una parte de esta atraviesa la córnea, se produce una refracción de los rayos de luz lo cual impide que todo el espectro luminoso penetre al interior, pero permitiendo a su vez el paso de diferentes longitudes de onda las cuales determinan los distintos colores y pueda reflejarse finalmente en la retina, que el es órgano que permite reproducir detalladamente las imágenes adquiridas desde el exterior. La cornea, además, protege al ojo del embate de ciertos agentes externos como el viento, el polvo, líquidos o pequeñas partículas, que pudieran causar algún daño a la estructura. Pero antes que esto suceda, todo un proceso detallado es seguido al pie de la letra para permitir que el ojo finalmente pueda ver.

 La pupila es un orificio del iris (la parte coloreada del ojo) cuya función principal es permitir el paso de la cantidad de luz necesaria para que las imágenes puedan reflejarse correctamente en la retina y a través de la cual penetra la luz al interior del órgano visual. Tiene la  propiedad principal de abrirse y cerrarse, como el disparador de una cámara fotográfica, dependiendo de la cantidad de luz a la que se expone. Una vez que la luz atraviesa la pupila, pasa por el cristalino, una pequeña lente biconvexa situada justo detrás del iris y antes del humor vítreo y que, mediante un proceso llamado acomodación, aumenta o disminuye su curvatura y espesor  permitiendo enfocar los objetos que se encuentran a diferente distancia.




El humor vítreo, es una liquido gelatinoso y transparente que llena el espacio entre el cristalino y la retina contribuyendo a mantener la forma del ojo. Una vez que la luz pasa por el, llega y se refleja en la retina, una membrana fotosensible a la luz, situada en la pared interior del ojo y es donde se proyectan las imágenes, desencadenando todo una serie de fenómenos químicos y eléctricos que se traducen en impulsos nerviosos enviados al cerebro a través del nervio óptico que es donde finalmente se interpretan todos esos impulsos en forma de imágenes visuales.

Hasta aquí la fisiología y funcionamiento del órgano de la vista. ¡Que meticulosa y asombrosa elaboración de la información obtenida mediante la luz para que definitivamente se traduzcan en imágenes reproducidas en el cerebro! Imágenes, ya sean fijas o en movimiento, en color y sus innumerables matices o en blanco y negro. ¡Que prodigio de la naturaleza que hace posible que podamos ver el entorno que nos rodea! No solo a través del ojo podemos ver, también podemos interpretar, ejecutar e identificar eventos de diversa índole mediante el aprendizaje y la experiencia adquirida.

¿Puede el ojo como parte intrínseca (aunque solo una de muchísimas otras partes y funciones) de todo el metabolismo del ser humano haberse desarrollado con tanta precisión y excelente funcionamiento a causa de un evento producido por azar? ¿Podrían asimismo reunirse una cantidad indefinida de células vivas, en un ambiente propicio y bajo las mejores condiciones existentes en un momento dado de la historia, concebir justamente todos y cada uno de los complementos requeridos que necesita para maniobrar y constituirse a si mismas en un sistema único y desplegar una función capaz de ejercer la debida capacidad de generar el magnifico órgano de la vista? Como el ejemplo del reloj de Einstein, o el Boeing 747 de Sir Fred Hoyle, las probabilidades de que un suceso de esa naturaleza ocurra es considerablemente escasa por no decir nula.

Más bien, podría ser mucho más aceptable la idea de que exista una mente superior, una inteligencia sobrenatural, un diseñado universal o como quieran llamarle. Un ser supremo inteligente quien haya creado las cosas y los seres vivientes tal y como lo conocemos hoy día y no a través de transformaciones y vericuetos que se pierden en el mismísimo origen de su explicación lógica y razonable. La sola afirmación de la existencia de un Creador de Todas las Cosas ha desatado y desata actualmente en los círculos de debate científico e intelectual del mundo las más increíbles y descabelladas controversias. Pero, créanlo o no, cada día va ganando más adeptos incluso dentro del muy exclusivo ámbito científico internacional.

En primer lugar,  la tesis de la creación se ha ido condicionando al hecho de que el universo y el mundo en que vivimos son extraordinariamente complejos. De igual forma, cuando analizamos la complejidad en los animales, en las leyes físicas, en las plantas, en el universo literal, sus galaxias, cuerpos celestes y las leyes que mantiene todo en su lugar correcto bajo un estricto y cronométrico equilibrio, así también como nuestro propio cuerpo y la manera en que funciona nos damos cuenta de que Alguien tiene que estar detrás de todo esto. Pensar, afirmar e incluso intentar demostrar que todo lo que nos rodea ha sido producto de un montón de casualidades no es sensato, ni siquiera remotamente juicioso.

Por otra parte, ya que el sentido inherente del bien y del mal no podría ser explicado biológicamente. ¿Por que entonces el hombre a diferencia de los animales, puede discernir entre el bien y el mal, o sentir amor, o enojo, o tener valores morales, o ejercer el libre albedrío? Ya que nuestras cualidades mentales y espirituales más que las físicas nos hacen diferentes de los animales, ¿podrían estas haber surgido a causa de un accidente? ¿De donde surge el instinto entonces? Las capacidades instintivas que nos distinguen a seres humanos y también a los animales, no son consecuencia de ningún programa de aprendizaje o de algún tipo de experiencia adquirida. Son características únicas y notables congénitas a nuestra propia naturaleza genética. De modo que ¿podría el azar predeterminar las necesidades fisiológicas de mas urgencia en cada ser viviente y anticipar su uso como una regla inviolable de la propia supervivencia de la especie?

Por ultimo, los mas recientes estudios realizados, por ejemplo, en el cerebro humano, así como de sus funciones y su casi prodigiosa capacidad de análisis, procesamiento y almacenamiento de datos, memoria descriptiva y cognoscitiva, creatividad, voluntad, fisiología y topografía han acercado aun mas a los todavía incrédulos y escépticos a considerar con mucho mas interés la posibilidad de que, detrás de todo lo que nos rodea esta la presencia de un Creador Inteligente.   (continuara…)

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